Un estilo ecléctico predominaría en las construcciones de la nueva ciudad a partir de 1776. 

ARQUITECTURA:

Arquitectura en la Nueva Guatemala de la Asunción

Por: Ch.Gt / Fotografía: Boris De León.

El traslado de la capital al valle de la Ermita o de la Virgen, en 1776, significó la oportunidad de edificar la nueva metrópoli a partir de un estilo arquitectónico de vanguardia.

Originado por la destrucción que causó en julio de 1773 el terremoto de Santa Marta en la anterior capital.

Se desarrolló especialmente el diseño y construcción de edificios eclesiales: templos, casas parroquiales, conventos, colegios, y, en algunos casos, asilos u orfanatos.

Inmuebles de uso común para las principales congregaciones religiosas cristianas representadas con antelación en el valle de Panchoy, y  que continuarían funcionando en la nueva ciudad.

Un conjunto de novedosas construcciones estimadas en no más de 15 iglesias, además de otros edificios, distribuidas en 15 manzanas de largo por 12 de ancho, espacio en el que se asentaría la nueva capital.

Un número que crecería hacia mitad del siglo XIX hasta 26 iglesias y 12 conventos.

En la mayoría de ellas convergen dos tendencias en su estructura: un estilo para el mobiliario que ocupaba los espacios interiores, y otro estilo exterior —arquitectónico— con un fuerte contraste.

Una diferencia marcada, posiblemente, por la decisión de las autoridades eclesiales de trasladar a la nueva ciudad, junto a las imágenes escultóricas religiosas, el conjunto de los retablos dorados, hornacinas y pilastras que les daban abrigo hasta 1773, mayormente de orden barroco y ultrabarroco.

Formaban parte del conjunto mobiliario barroco altares, sedes, púlpitos y confesionarios, además de bancas. Así como pinturas enmarcadas y catalogadas en el mismo estilo.

Mientras que predomina para la estructura arquitectónica en exteriores: fachadas, techos y cúpulas el estilo neoclásico, para estar al nivel de las corrientes vanguardistas globales de la época, principalmente de Europa.

De donde se origina el uso de las pilastras-estípite serlianas.

Conocidas y utilizadas en el valle de Panchoy, a partir de 1730, por medio del Cuarto Libro de Arquitectura del italiano Sebastiano Serlio, posiblemente en manos del constructor local Diego de Porres, y quien habría reproducido inicialmente esos detalles.

Características también utilizadas en la construcción de los templos de la nueva ciudad, aunque en desuso al finalizar el siglo XVIII.

El estilo neoclásico es replicado aquí por tres artistas con formación académica: Marco Ibánez, Antonio Bernasconi y Santiago Marquí, enviados desde la península para apoyar la construcción de la nueva urbe, y trasladando su influencia a los constructores locales.

Y quienes extenderían este estilo en las casas de habitación de las familias que podían pagarlos. Solo construidas formalmente hasta unos veinte años después del traslado.

Construcciones en terrenos de aproximadamente un cuarto de manzana. De baja altitud y muros antisísmicos de considerable grosor y revestidos con cal, y techos de teja. Extensos patios, anchos corredores, mucho aire, mucho sol, mucha luz.

De habitaciones distribuidas alrededor del terreno, las casas tenían al centro una pileta sólida rectangular, hasta donde se podía llegar a través de un zaguán que, regularmente, era la continuación de una puerta principal de madera que daba a la calle, ubicada especialmente al centro de la fachada.

Para llamar a la puerta, un aldabón en forma de animal y fundido en bronce sostenía entre sus patas una pequeña bolita que era golpeada contra una base del mismo material.

En las casas más elegantes, a través de estas puertas se podía ingresar hasta un carruaje tirado por animales, de donde deriva su tamaño: ancho y alto.

Todas estas construcciones en la nueva ciudad, principalmente eclesiales, así como civiles y residenciales, en su mayoría de orden neoclásico se conservaron muy bien hasta inicios del siglo XX.

Hasta que en 1917 los terremotos de San Miguel —y 1918— cambiaron buena parte la fisonomía de la ciudad, entre edificios y casas circulados por calles empedradas.